lunedì 23 aprile 2012

La riforma del Banco Central argentino: una polemica con Lance Taylor

Pubblichiamo in spagnolo _ e più sotto l'originale in inglese - un articolo assieme a Marc Lavoie e John Weeks pubblicato da Pagina 12, un quotidiano argentino, sulla riforma del Banco Central argentino polemico con il tono di una intervista concessa da Lance Taylor al quotidiano conservatore la nacion. L'articolo è particolarmente tempestivo. la nacion riporta oggi una intervista a Mancur Olson (suppongo una "intervista impossibile" perché Olson è morto nel 1998!) in cui domanda e risposta finali sono:
"- Usted dice que el grueso de los economistas prefiere las reglas. ¿También los heterodoxos?
-Lance Taylor, estrella de la heterodoxia, afirmó en LA NACION que "cuando cualquier gobierno entra en el manejo de la microeconomía, puede haber dificultades fuertes en términos de eficiencia y para la producción". Será heterodoxo, pero no necio.
-Don Mancur, muchas gracias."
Muchas gracias Lance tambien, eterodosso sì, "ma con juicio".
(nella foto da sinistra, con la barba, Lance Taylor, Marc Lavoie e John Weeks)



LA REFORMA DE LA CARTA ORGANICA DEL BCRA
Crecimiento y estabilidad
Por Sergio Cesaratto *, Marc Lavoie ** y John Weeks ***
“¡Traigan un economista que tenga un solo lado! Todos mis economistas me dicen: por un lado... por el otro”, dijo el presidente de Estados Unidos Harry Truman. En una entrevista reciente con el diario La Nación el profesor Lance Taylor ofrece un ejemplo perfecto de este tipo de economistas: él respalda el crecimiento pero advierte sobre los peligros de la inflación; aprueba la existencia de un Banco Central que coopere con las autoridades pero advierte sobre el gasto público excesivo; defiende los controles a las importaciones pero muestra reparos por las posibles “ineficiencias microeconómicas”. El profesor Taylor juega a dos puntas criticando todo lo que los argentinos podrían hacer, aunque no estamos convencidos de que él haya dicho en la entrevista que está a favor de un banco central independiente. De hecho, él lo negó.

Nosotros compartimos algunas de estas preocupaciones y sabemos que el gobierno argentino también lo hace, aunque estamos menos preocupados por la idea de que los controles a las importaciones sólo protegen sectores domésticos ineficientes. Para comenzar, comparando Argentina con Europa, donde la imposibilidad del Banco Central para cooperar con los tesoros nacionales creó la crisis, Argentina luce bastante bien: tiene un Banco Central que está mandatado para cooperar con el gobierno elegido democráticamente para lograr tasas de crecimiento y empleo consistentes con la tasa de inflación más baja posible. En Europa, el Banco Central Europeo que no coopera permitió que las tasas de interés de la deuda soberana salten a niveles insostenibles. En ese sentido, el funcionamiento del Banco Central argentino es más parecido a la Reserva Federal.
Además, los banqueros centrales europeos y los líderes políticos promovieron medidas de austeridad que causaron una seria recesión y exacerban los problemas presupuestarios que generó la crisis financiera. Se trata de un escenario muy parecido al que atravesó Argentina durante la convertibilidad, cuando se impuso la antigua Carta Orgánica del Banco Central. En contraste, hoy en Argentina existe un Banco Central a favor del crecimiento que cuidadosamente utiliza sus reservas internacionales para limitar las necesidades del Gobierno de recurrir a los mercados financieros y promueve la inversión doméstica a través de la banca pública. Esto sólo puede ser una buena noticia.
Nadie puede negar la importancia de un tipo de cambio real competitivo para sostener el nivel de exportaciones y promover el desarrollo de un sector manufacturero competitivo. Creemos que la dependencia de las exportaciones en los caprichos del precio de la soja y las cosechas también es una preocupación de las autoridades argentinas. Sin embargo, muchos economistas argentinos son escépticos sobre los efectos positivos de una devaluación del tipo de cambio sobre las exportaciones manufactureras; en cambio, están más preocupados por los efectos inflacionarios que una devaluación puede tener en un país como Argentina, donde existe una larga tradición sindical de defensa del salario real. Esos economistas también advierten que la reducción del salario real a través de la devaluación, si llega a ser exitosa, deprimirá la demanda doméstica, el crecimiento y generará desempleo frente a un pequeño y poco esperable boom de las exportaciones. Así, el objetivo de un tipo de cambio competitivo debe estar acompañado por políticas de ingresos que preserven los salarios reales.
Finalmente, el Gobierno, junto con muchos economistas, en un intento por diversificar el sector exportador y reducir la dependencia de las importaciones, está desplegando políticas industriales y comerciales activas antes que recurrir al modelo de devaluación y contracción fiscal que proponen sus críticos. Uno no puede olvidarse de que Brasil tiene el control público del financiamiento a largo plazo a través del Bndes, y que dado la mayor tasa de crecimiento del PIB de Argentina, el gobierno argentino tiene razones legítimas para imponer controles a las importaciones. En cuanto a las ineficiencias que supuestamente generan las políticas de sustitución de importaciones y los controles a las importaciones, vale señalar que las consecuencias de la desindustrialización después de años de neoliberalismo son una herencia mucho más pesada
* Universidad de Siena.
** Universidad de Ottawa.
*** Universidad de Londres.

(traduzione inglese)

The Reform of the Central Bank Charter is Necessary for Growth and Stability
“Give me a one-handed economist! All my economists say: on the one hand… on the other…” once famously said the U.S. President Truman. In his interview to La Nación professor Lance Taylor provides the perfect example of a two-handed economist: he supports growth, but he warns of the dangers of inflation; he approves of a central bank that cooperates with fiscal authorities, but he warns of excessive public spending; he gives his support to import controls, but he warns of their possible “micro-inefficiencies”. Professor Taylor thus plays the two-handed game of criticizing whatever the Argentineans could possibly do, even if we are not completely convinced that he actually said in the interview that he is in favor of an Independent Central Bank, as the headline would make you believe.
Of course we share, and we are sure that the Argentinean government shares, some of these preoccupations – although we are less concerned with the idea that import controls only protect domestic inefficient sectors. To begin with, comparing Argentina with Europe, where the inability of the Central Bank to cooperate with the national treasuries has created the crisis, Argentina looks pretty good, with a central bank that is mandated to cooperate with the democratically-elected government to pursue growth and employment rates that are consistent with the lowest possible inflation rate. In Europe, a non-cooperative European Central Bank has let interest rates on sovereign debt jump to unsustainable levels. In that respect the Argentinean central bank acts more like the North American Federal Reserve.
In addition, European central bankers and political leaders have advocated austerity measures that are causing a serious recession and that exacerbate the public budget problems caused by the financial crisis, very much like Argentina did during the Convertibility period, in which the former Central Bank Charter was imposed. By contrast, in Argentina now, there is a pro-growth central bank that carefully uses its foreign exchange reserves to reduce the needs of the government to borrow on international financial markets, and that wishes to sustain domestic investment through a public investment bank. This can only be good news.
Nobody would deny the importance of a competitive real exchange rate to sustain exports and favor the development of a competitive manufacturing sector. We believe that the reliance of exports on the vagaries of soya prices and harvests is a preoccupation of the Argentinean authorities too. Many Argentinean economists are however skeptical about the positive effects of currency depreciation on manufacturing exports; instead they are more concerned about the inflationary effects that exchange depreciation might have in a country like Argentina, with its strong tradition of labour militancy in defending real wages. They also warn that a policy of real wage compression through a depreciating exchange rate, if successful, would depress domestic consumption, growth and unemployment, with little compensation from an unlikely export-led boom. So, in any case, the objective of a competitive exchange rate should not be accompanied by restrictive fiscal and monetary policies, but rather should be accompanied by income policies that would preserve real wages.
Finally, the government with the support of many economists, in its attempt to diversify the export sector and reduce the import dependence, is relying on a pro-active industrial and trade policy, rather than relying on the real-exchange-rate-depreciation cum fiscal-contraction model proposed by critics. One cannot forget that Brazil has public control of long-term finance through BNDES, and that given Argentina’s higher GDP growth rate, the Argentinean government might have legitimate reasons to impose imports controls. As to the inefficiencies allegedly brought about by import substitution policies and import controls, the de-industrialization outcomes of decades of neo-liberalism are a much worse heritage. We do favor, in general, a more depreciated exchange rate to reduce the external constraint, but because devaluation is inflationary, on the cost side, and there often is wage resistance, one must be moderate. Exchange rates are only one price, and the notion that there is a perfect level that would solve everything, leading to growth, stability and sustainable current account by itself, might be a chimera. There are several "real exchange rates", each measured differently.  Which of these measures is relevant?  Also, there are several measures of "inflation".  Which of these is relevant?  One conclusion is obvious:  Argentina's nominal exchange rate adjusted by a general measure of inflation, the consumer price index or the national income price deflator, does not produce a "real exchange rate" of any use for policy discussion.  It is a simple calculation yielding simplistic conclusions.  Therefore, whether the general rate of inflation is ten percent or twenty percent is irrelevant for considering the impact of domestic prices on the exchange rate.

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